22 de Julio de 2011

Ideas sobre el ejercicio de la autoridad sacerdotal

Por GABRIEL VALDIVIESO R.
"Ciertamente que el mejor modelo de liderazgo servidor, el más completo, es Jesús que se abandona completamente, y que muere sin reconocimiento, ni siquiera de sus propios discípulos y amigos".

Por Gabriel Valdivieso R.

Director del Centro de Investigaciones Socioculturales (CISOC).
Capítulo 5 de la conferencia Reflexiones sobre la autoridad de los sacerdotes (pp. 5 – 8), en el Encuentro de Formadores de Seminarios de la OSCHI, 12/mayo/2011.

a. Puntos generales sobre la autoridad sacerdotal

i) La orientación de la autoridad

Podría decirse que la evolución de las teorías de liderazgo se inicia con el concepto del líder-héroe que tiene todas las respuestas, nacido para mandar, y termina con un liderazgo más orientado al servicio, abocado a procesos de transformación, que ayuda a crecer a sus subordinados, capacitándolos, -como lo hizo Jesús con sus discípulos-, para tomar sus propias decisiones de manera autónoma, y preparándolos para actuar con confianza, libertad y responsabilidad. Una conducción orientada al servicio busca el interés común, más que el propio, sus grandes expectativas no se orientan por intereses egocéntricos de búsqueda de sostenimiento del poder, de adulación, de admiración, de servilismo, de dependencias afectivas y de clientelismo, sino que se orientan hacia intereses de conjunto, ya sea el país, la empresa o la Iglesia. La orientación de un liderazgo hacia el servicio se contrapone claramente a toda orientación encaminada hacia el aprovechamiento personal de las relaciones asimétricas de autoridad, una situación, ésta, que resulta especialmente peligrosa cuando, como en el ámbito eclesial, la autoridad está sustentada sobre un peso que es enorme, el peso de la legitimidad moral y de la paternidad espiritual. Ciertamente que el mejor modelo de liderazgo servidor, el más completo, es Jesús que se abandona completamente, y que muere sin reconocimiento, ni siquiera de sus propios discípulos y amigos. El actuar de Jesús aparece muy distante de las actitudes narcisistas que fomentan la sumisión, se rodean de seguidores aduladores, aíslan a sus críticos, y desvalorizan a los discípulos cuando dan muestras de autonomía (Kernberg, 1999, pp.103-110).

ii) Escucha activa y abierta

Hay quienes dicen que las tres principales recomendaciones para un buen ejercicio de la autoridad son: 1º escuchar, 2º escuchar y 3º escuchar. De cualquier modo, esto ayuda a resaltar la importancia de la “escucha activa”, algo que podría resumirse en tres actitudes importantes.

– Estar atentos a lo que le pasa a nuestro interlocutor, a sus claves, a sus necesidades, su disposición, sus palabras, sus silencios y sus gestos.

– Tratar de neutralizar en lo posible los propios prejuicios y reacciones negativas que pudiera provocarnos el otro.

– Demostrar interés al interlocutor, haciendo notar que se lo está acogiendo, atendiendo, escuchando, y brindarle una retroalimentación que confirme la comprensión de lo que él expresa o, si es necesario, que le ayude a expresarse mejor.

Apertura supone la aceptación de que es posible tener marcos de referencia distintos, y que, por lo mismo, otras personas tienen percepciones y opiniones distintas a las nuestras. Significa, también, ofrecer la posibilidad de oír sin llamar a escándalo, ni enjuiciar o descalificar a priori lo que otro dice, sino que, al contrario, poner la mayor atención en captar lo que hay de positivo en las demás opiniones, con disposición abierta a cambiar la propia percepción de las cosas a través del diálogo. Tratar de comprender antes que juzgar. Apertura alude también, a una disposición que posibilite aceptar, con honestidad, una respuesta distinta a la que deseamos.

iii) Inspirar confianza y responder a ella
Los estudios sobre liderazgo dicen que los conductores de equipos efectivos son personas que inspiran protección y dan la seguridad que ofrece el respeto, la discreción y la credibilidad. Son también personas legitimadas en cuanto a su competencia para conducir una tarea y para armonizar las relaciones humanas. Sabemos que la confianza en la autoridad y su legitimidad son condiciones que se ganan con mucho tiempo y que, al contrario, se pueden perder con rapidez. Tan importante como inspirar confianza es responder a quienes depositan confianza en nosotros. En el caso de los sacerdotes tiene especial relevancia porque, en general, el sacerdote transmite hacia los laicos una imagen de autoridad experta, a quien, por lo mismo, uno entrega toda la información que se le pide, confiadamente, receptivos a su diagnóstico, opinión, consejo, orientación, dirección espiritual y acceso al perdón. La autoridad la permite al sacerdote acceder a los rincones más íntimos de las personas y ejercer una influencia potente sobre ellas, especialmente, de quienes son receptivos, vulnerables o patológicamente dependientes. En estas condiciones es fácil ceder a la manipulación por medio de la administración de la culpa y el perdón. También se dan casos de “clientelismo”, una relación asimétrica en que la persona con mayor autoridad usa su influencia y recursos para asegurar protección y beneficios a la persona de status más bajo, a cambio de lealtad, apoyo incondicional, amplia colaboración y servicios personales. El clientelismo es una relación que tiende a mantenerse en el tiempo merced a su carácter instrumental para ambas partes. En suma, así como hay tantos casos de sacerdotes que hacen mucho bien en su labor de orientación, (soy testigo directo de esto en mi vida) también conocemos casos de sacerdotes que han desarrollado influencias negativas en personas, matrimonios y en familias de quienes que les han confiado su intimidad y han confiado en su consejo.

iv) Atender al lenguaje verbal

Un cuidado a tener con el uso del lenguaje es su situación en el contexto situacional. Sólo un ejemplo: el verbo “sugerir” puede tener significados algo distintos si se pronuncia entre iguales, o si lo hace un profesor a su alumno, o el obispo a un sacerdote, o un sacerdote a un laico. Esto nos conecta con la asimetría o distancia social en sentido vertical, que se revela también en nuestro lenguaje verbal con el uso del “Tú” y del “Ud.” Cuando dos personas se tratan de Ud. a Ud., pueden estar reflejando distintas situaciones. Por ejemplo, pueden revelar una relación horizontal, pero distante (por ejemplo entre personas de similar estatus que se acaban de conocer). Puede usarse también en una relación en la que se quiere poner distancia; (vendedor y cliente); pero también puede denotar una relación de clara verticalidad (patrón y empleado). Por su parte, el tú a tú refleja siempre una relación cercana y horizontal. Pero lo más interesante es el trato entre un tú y un Ud. porque también marca una clara asimetría (viejo – joven, profesor – alumno, sacerdote – laico, obispo – sacerdote). Es un trato de mayor cercanía que la relación de Ud. a Ud., pero manteniendo la verticalidad. Es una cercanía o una confianza cuyo manejo sólo lo tiene una de las partes, la de mayor autoridad o estatus. (Un jefe puede tratar de tú al empleado, sin que esto se de a la inversa). Poner atención al trato que uno da a los demás puede ser una buena ayuda para asumir la realidad de la propia autoridad y de su ejercicio, así como de sus variaciones en distintos contextos y con distintas personas.

 

Descargar conferencia Reflexiones sobre la autoridad de los sacerdotes

 

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