Las sociedades que están impactadas por los procesos de la modernidad tardía se caracterizan por la fragmentación e inestabilidad de la relación entre las subjetividades de los individuos y los requerimientos de los sistemas sociales. Ello hace que una pregunta central de la sociología actual sea cómo es posible la coordinación entre sistemas y subjetividades crecientemente autónomos entre sí. Las respuestas más consistentes proponen que esa relación debe entenderse como un proceso comunicacional, es decir como intercambio de significados, y que en ella juegan un rol central los símbolos.
Siguiendo a los clásicos de la sociología Durkheim, Mead y Elias, la Sociología reciente ha mostrado que el tiempo y la temporalidad son una forma simbólica creada por las sociedades complejas precisamente para servir de mediadora entre los sistemas, y entre éstos y las subjetividades individuales y colectivas. En las ciencias sociales chilenas la reflexión sistemática sobre el tiempo y la temporalidad ha estado relativamente ausente, y con ello se ha limitado su capacidad para interpretar los procesos de modernización – tanto a nivel de sistemas como de subjetividades – en nuestra sociedad.
Este proyecto pretende contribuir a interpretar la actual modernidad chilena mediante el uso de las herramientas de una sociología del tiempo. Se concentra especialmente en las consecuencias para la subjetividad individual de las transformaciones actuales de la organización y significación social del tiempo en Chile. Para eso se apoya en la reflexión sociológica reciente sobre las estructuras sociales del tiempo en la modernidad avanzada y en una combinación de métodos cualitativos, cuantitativos y de análisis institucional.
Siguiendo el naturalismo y positivismo newtoniano, la sociología definió inicialmente el tiempo como algo físico y objetivo al interior del cual se desarrollaban las sociedades, aun cuando éstas, mediante mitos, calendarios y rituales, le dieran una forma y significado propio adecuado a sus necesidades. En esas aproximaciones al fenómeno del tiempo se suponía que la mente individual y las organizaciones sociales eran dependientes del mismo tiempo objetivo y, por lo mismo, se orientaban por un tiempo común. En ese marco, las diferencias en los significados del tiempo al interior de una misma sociedad no podían conceptualizarse, salvo como un defecto.
Las teorías de la relatividad y de la complejidad de la materia de inicios del siglo XX produjeron un fuerte y decisivo cambio en las sociologías del tiempo, cuyo impacto dura hasta hoy. En ellas el tiempo deja de ser objetivo a la manera del positivismo clásico. El se transforma en algo que “surge” de la actividad de un “observador” que toma los evento presentes de su experiencia para usarlos como hitos que ordenan su mundo en categorías secuenciales y espaciales y, de este modo, hacer posible la acción. El tiempo es una creación inseparable de un observador que se constituye a sí mismo y al mundo gracias a que les da un orden temporal a los eventos. La estructura temporal que surge de ahí define las categorías cronológicas (antes, ahora, después), históricas (pasado, presente, futuro) Tanto el mundo de la acción como la conciencia del sujeto son producto del tiempo. Esta perspectiva permitió conceptualizar el carácter estructural de la existencia de diversas temporalidades.
A partir de este giro revolucionario, tomado por sociólogos como Mead, Elias, Goffman o Luhmann, la sociología del tiempo ha debatido acerca de dónde está situado el evento o hito de referencia a partir del cual se define la estructura temporal: la conciencia individual, la interacción social, o el sistema social. Esas alternativas definen de hecho la diferencia entre la sociología del tiempo fenomenológica, pragmática o sistémica. Por su parte, la sociología histórica del tiempo ha afirmado que la divergencia entre esos tres principios de organización del tiempo no es un asunto de debates teóricos, sino que es ella misma expresión de la fragmentación de la organización del tiempo social en la modernidad avanzada entre el plano de la conciencia, el de las interacciones y el de los sistemas.
La fragmentación de las temporalidades sociales en la modernidad avanzada tiene grandes consecuencias para los tiempos subjetivos. La multiplicidad de roles de un individuo acarrea no sólo que debe compatibilizar muchas actividades dentro de una agenda estrecha, pero definida por un mismo orden cronológico, el reloj. Lo más importante y difícil es que debe tratar de hacer compatibles sentidos temporales divergentes: la temporalidad de la educación superior con su lógica del largo plazo y su acento en el esfuerzo individual no es fácil de integrar con la lógica del corto plazo presente en la experiencia del consumo. En cada una de esas temporalidades se constituye un tipo de subjetividad distinto. Eso representa un desafío enorme y agobiante, que solo puede ser enfrentado mediante un “trabajo temporal” que suele consistir en integrar las distintas temporalidades de manera autorreferida e inestable, es decir, con débil apoyo en las estructuras sociales, pues estas carecen, precisamente, de integración temporal. Ello produce una “aceleración de la individuación”, precarizando expectativas y haciendo inciertos los proyectos de vida. Todo ello desafía y modifica las formas de construcción de las identidades subjetivas y su coordinación con los tiempos de los sistemas e instituciones sociales. El problema de la precariedad del tiempo se resuelve con más precariedad del tiempo, en esto consiste, en el fondo, el fenómeno moderno de la “aceleración”.
Investigación: Los tiempos del individuo. Investigación sobre las estructuras temporales en que se apoyan las estrategias de individualización en Chile
Nombre investigador responsable: Pedro Güell
Nombre del coinvestigador: Martina Yopo
Nombre asistentes de investigación: José Manuel Morales, Blanca Larraín, Victoria León
Nombre de practicantes de investigación: Natalia Pessa, Cristián Valenzuela
Patrocinador: Fondecyt Regular
Nº Proyecto: 1110402
Término: 2013