A menos de cumplirse tres meses en la Presidencia de Donald Trump, estamos en condiciones de hablar de un acontecimiento que marca un antes y un después en su administración, con consecuencias tanto para el plano interno estadounidense, como para el plano regional del Medio Oriente y del contexto global. Se trata del bombardeo que realizó Estados Unidos el 7 de abril de 2017 en contra de la base siria de al-Shayrat. Este ataque se produce después de que las autoridades del gobierno sirio, lideradas por el presidente Bashir el Assad, lanzaran, según informes del propio gobierno estadunidense y de los rebeldes sirios que combaten a Assad, un ataque contra armas químicas en contra de población civil, lo que resultó en cerca de un centenar de muertes. El ataque estadounidense tiene varias consecuencias que son importantes de mencionar.
En primer lugar, produce un cambio trascendental en la política exterior de Washington hacia Siria. En una guerra civil que se da al menos en tres bandos, la administración Obama había decidido apoyar a los rebeldes sirios, y, consecuentemente combatir al Estado Islámico, sin enfrentar de manera directa al presidente Asad, el que recibe apoyo de Rusia, de Irán y del movimiento libanés pro-iraní Hezbollah. Siguiendo con esta misma línea, Trump había señalado, desde que era candidato, que su objetivo fundamental era enfrentar al Estado Islámico y no al gobierno sirio, quizás, entre otras condiciones, como una forma de preservar una buena relación con Moscú. La medida tomada el 7 de abril se contradice con todas las declaraciones anteriores del mandatario estadounidense.
En segundo lugar, rearticula el posicionamiento del liderazgo de Estados Unidos, tanto interna como externamente. El ataque se produce en momentos en que el gobierno de Trump era fuertemente cuestionado por algunas medidas que había tomado en relación a la inmigración, especialmente leyes por decreto, obstaculizadas por la justicia. A lo anterior, se sumaba un clima creciente de impopularidad tanto interno como externo. Internamente, las encuestas lo situaban con alrededor de un 35% de apoyo, en tanto que externamente era notorio su distanciamiento con la Unión Europea y con la OTAN. La acción tomada por Trump contra Siria ha sido fuertemente respaldada por la mayoría de los países de la Unión Europea, así como por demócratas y republicanos.
En tercer lugar, produce un cambio sustancial en los vínculos con Moscú. Antes del ataque el círculo más cercano a Trump, incluyendo su yerno Jared Kushner, estaba siendo investigado por los servicios de inteligencia estadounidenses y por el Senado, debido a su cercanía con Rusia y, en particular, con el presidente Putin. Todo parecía indicar que Moscú había infiltrado a grupos del Partido Demócrata para perjudicar la candidatura de Hillary Clinton y beneficiar a Trump. En momentos cruciales de esta investigación, se produce la acción del mandatario estadounidense en Siria, con lo cual cambia drásticamente la relación entre Moscú y Washington.
Señalado lo anterior, cabe preguntarse ¿cuál fue la verdadera razón del ataque realizado en Siria? Aunque quizás falte información fidedigna completa para conocer las verdaderas razones del cambio en la política de Trump, todo parece conducir hacia dos factores centrales. En primer lugar, demostrar la fuerza y liderazgo de Estados Unidos y de su presidente. El ataque contra Siria se produce en momentos de la visita del presidente chino, Xi Ping, a Estados Unidos, y cuando Trump tenía pensado presionar a Pekín para un mayor rol en enfrentar a Corea del norte. En este sentido, podemos señalar que Washington no solo lanza una señal clara a Siria, sino también a Corea del norte y a Irán. El despliegue de barcos de guerra a la península coreana, el aumento en el gasto militar de Estados Unidos, la defensa en consolidar el armamento nuclear, parecen ir en esta dirección. En segundo lugar, cambia la percepción de cercanía con Rusia, que estaba llevando a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos a investigar al sector más cercano a Trump por sus lazos con Moscú.
Ahora, de una importante colaboración parece producirse un distanciamiento, que puede llevar a dos escenarios posibles, los que van a depender de las próximas acciones que lleve a cabo el presidente de Estados Unidos, no solo en Siria, sino en cualquier otra parte del mundo, sea Corea del Norte, Irán u otro lugar. Centrarse exclusivamente en un ataque al Estado Islámico, responsable de los últimos atentados en Egipto en contra de la población copta, lo podría llevar a una colaboración estrecha con Moscú, siendo este el único camino para una coalición internacional que finalmente termine con el Estado Islámico. Continuar con acciones en contra de Assad lo puede conducir a un fuerte enfrentamiento con Rusia, con consecuencias que son muy difíciles de prever. Además, la lección parece ser clara: la caída de los grandes dictadores del Medio Oriente, Mubarak en Egipto, Hussein en Irak, Qadafi en Libia no ha llevado a mayor estabilidad, sino a una profundización de los conflictos. ¿Ocurrirá lo mismo si se termina con la dinastía de Assad?
Isaac Caro
Académico Universidad Alberto Hurtado
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