La experiencia de reporteo fue intensa, densa, tensa y muy entretenida. Tuve que recoger todos los antecedentes legales del caso, revisarlos y luego tratar —en lo posible— de comprender muy bien de qué se trataba. Y luego toda la parte cultural. Qué era esto de ser aymara. Para las dos cuestiones había muchas fuentes documentales.
Luego me sirvió mucho el reporteo con las fuentes directas: los abogados involucrados, los actores sociales con intereses (como las ONG que patrocinaron la causa, los grupos aymaras, etc.) y académicos (antropólogos y abogados).
En definitiva: hubo que caminar y esperar bastante. Y, por supuesto, viajar a Arica.
Se tomaron muchas decisiones. El caso era (o es) un problema muy complejo. Había demasiados detalles. Pero, claro, esto no era un ensayo sino un reportaje de investigación. Y no es tan obvio como suena. Ahí es clave, a mi juicio, el rol del profesor guía, que las hace de editor. Es clave porque de otra forma se pierde el foco, te quedas empantanado. En mi caso el compromiso y confianza de Alfredo [Sepúlveda] fue fundamental para que esto resultara.
Es todo un tema hacer esto digerible para el ciudadano. Llevar a un par de párrafos una sentencia de 60 páginas es un desafío. Porque además no se trata de cuestiones en las que te puedas permitir errores. Son asuntos públicos, hay intereses, hay Jueces, Ministerio Público, Defensoría Pública, Carabineros, Aymaras, etc. Ya me escribió uno de los abogados defensores pidiéndome que hiciera una precisión sobre algo que él no habría dicho. Por suerte tenía en la cabeza la cuña, sabía de dónde la había sacado y el error no era mío.
Algo difícil fue tratar de actuar como espectador neutro cuando enfrente tenía, a mi juicio, evidencia clara de atropellos a derechos fundamentales. Otra cosa: en el caso se ventila buena parte de la intimidad de una persona. A veces perdía de vista de que la historia tiene un rostro, Gabriela Blas. Es decir, también hubo que ponderar como darle un tratamiento a cuestiones públicas (una causa penal), pero que hablan de un mundo privado (la imputada).
Es gratificante saber que se leyó el reportaje. No porque me gusta que lean mis cosas, sino porque tengo la convicción de que es necesario saber qué pasó para evitar que se cometan los mismos errores. Con todo, asumo que este es una propuesta de los hechos. Deber haber otra versión que sería bueno conocer.
Y, finalmente, el reportaje es el fruto, el sello o la impronta que nuestra Escuela de Periodismo nos ha entregado.