Entrevista realizada por Felipe Jara, estudiante de la carrera de Administración pública de la Universidad Central.
Esteban Valenzuela: “la ciencia política se revitaliza y decae la verdad economicista”
¿Qué entiende usted por Ciencia Política?
El análisis crítico y regular de fenómenos políticos de manera comparada. Todos los asuntos públicos, los problemas y desafíos de la polis (de la ciudad al Estado moderno y hoy las redes internacionales), pertenecen al ámbito de la Ciencia Política en la era “Glocal”, desde lo global a lo local. Es decir, desde la cooperación internacional hasta las políticas municipales para prevenir el delito e integrar a los jóvenes.
¿Existe diferencia entre Ciencia Política y ser político?
El cientista toma distancia de los fenómenos, busca la objetividad (lo que nunca es posible del todo, ya que existen visiones y preferencias), y debe lograr superar cualquier tentación dogmática. El político tiene el derecho a sus visiones que son una “parte” (el origen de “partido”), mientras el cientista político busca la totalidad para analizar y comprender, sin deberse a la disciplina partidaria o los intereses corporativos de una facción. No obstante, ha habido cientistas políticos que han sido políticos activos respetados, logrando diferenciar y complementar los roles, como los italianos Bobbio y Pasquino.
¿En qué momento se encuentra la Ciencia Política en el mundo? ¿y en Chile?
Con vitalidad ante los avances de la democracia. Con todos los defectos, se puede decir que ha habido sucesivas olas de democratización que le han hecho bien a los países: América Latina en los 1980s, el este Europeo en los 1990s con la caída del Muro, Asia y África de manera incompleta pero con más democracias en los últimos 20 años, y ahora las revoluciones árabes que tienen un signo democrático y de petición de apertura. En las dictaduras de cualquier signo la ciencia política y la esfera pública es vista con sospecha, así que la democracia repone con fuerza nuestra disciplina, emergen nuevos conflictos y demandas exigentes para mejorar la calidad de la democracia, la participación, crisis de la representación (los Congresos), búsqueda de democracia directa, integración de minorías, migrantes, ciudadanía global.
Además, ya los economistas no son los únicos “conocedores de la verdad”, y vuelve el debate político con vitalidad. El “fin de la historia” que propuso Fukuyama -democracia liberal y capitalismo neoliberal- ha sido cuestionado con la crisis económica, los abusos en Estados Unidos, Europa, el movimiento de los Indignados, las demandas de mayor solidaridad y fraternidad, que expresan movimientos nuevos y fuertes como el estudiantil chileno.
¿Cuál es la importancia de la Ciencia Política en Chile?
Hay mucho por hacer en todos los ámbitos. Con alumnos que egresan conversamos de ámbitos de trabajo para los cientistas:
- Congreso; acercar el debate de la ley a organizaciones y mejorar la confianza y comunicación con los parlamentarios.
- Descentralización: Chile deberá hacer esta reforma de elegir y fortalecer gobiernos regionales y a su vez mejorar el diseño de políticas públicas municipales.
- Campañas con voto voluntario: los partidos y candidatos necesitan asesores expertos para pasar de los genérico a propuestas específicas para grupos de electores con intereses comunes, que van desde el empleo, el trato a los animales a la demanda de felicidad y calidad de vida.
- Encuestas y monitoreo de políticas: la sociedad demanda y cambia rápido, lo que necesita ojos analíticos informados.
- Empresas con visión estratégica: viene un salto desde la responsabilidad social al desarrollo sustentable de empresas, las que necesitan un nuevo trato con sus vecinos, entornos y significados, no sólo productos, identificación con valores, donde los cientistas políticos son importantes.
- Pensamiento sectorial aplicado: gobiernos, ministerios, centros académicos, deben profundizar en el método comparado para producir políticas públicas competentes (policy making).
¿La Ciencia Política en Chile ha logrado construir una propia identidad? ¿Por qué? / ¿Por qué no?
Falta convergencia de los centros formadores universitarios y los llamados think tanks (centros de pensamiento vinculados a los partidos) en cuestiones claves: consensos para reformas políticas (sistema electoral, semipresidencialismo, regionalismo), acuerdo y derechos con los mapuches, políticas educacionales integradoras contra la segregación, política de fraternidad con Bolivia y Perú…Se ha sido tímido en fijar planteamientos comunes, debido a la propia diversidad. Pero la Asociación Chilena de Ciencia Política, ACCP, con sus congresos anuales influye en los debates.
¿Cuáles son las principales fortalezas y defectos que observa en la disciplina en nuestro país?
Son cosmopolitas en general y dan cuenta del debate mundial. Algunas tienen un sesgo muy legalista e institucionalista. Nuestra escuela combina la teoría con historia de América, filosofía, gestión, descentralización. Busca formar de manera integral y con un área dedicada a las relaciones internacionales, que es el mundo que se viene a Chile, ya que debido a nuestro crecimiento, deberemos cooperar mucho más en América Latina y África.
En Chile hay mucho estudio de las elites, los partidos y las elecciones, pero poco observatorio de la gestión regional-municipal, ausencia de programas interculturales, débiles redes de cooperación en Sudamérica.
¿En qué se diferencia un politólogo de otros profesionales de las Ciencias Sociales?
Mira el poder, busca transformar el poder y no se queda en la observación de los fenómenos sociológicos y culturales, buscando una mirada hacia la mejora y cambio en las instituciones. La política como arte de lo posible, obliga a pensar desde lo ideal y lo factible, en una ecuación inevitable para un cientista político, que no es lo mismo que un opinólogo banal.
A futuro ¿cuáles son los principales desafíos para la carrera de Ciencia Política? ¿y, para los politólogos?
Aportar a mejorar la calidad de la democracia, el imperio de los valores de la libertad-igualdad-fraternidad, buscando reponer el sentido del bien común y el diálogo con reformas (sin miedo a pensar nuevas formas de participación e instituciones), pero desde “dentro” de la democracia, evitando los caminos fáciles que llevan a pesadillas autoritarias.