Procesos incompletos de modernización y democratización y la sedimentación de valores autoritarios de orientación política
Por H. C. F. Mansilla*
Apectos preliminares del artículo publicado en la revista Persona y Sociedad, Vol. XXV n° 1 2011, pp. 121– 142.
Aspectos preliminares
Para orientarnos adecuadamente en un mundo cada vez más complejo e imprevisible, debemos ensayar una estrategia que combine una compilación confiable de conocimientos empíricos con juicios críticos valorativos fundamentados de manera plausible, y esto quiere decir que es conveniente mantener una actitud de duda sistemática y revisión permanente de las opiniones propias. Este enfoque escéptico debe ampliarse a los intentos de formalización y matematización de las ciencias sociales, que hoy en día constituyen una corriente muy importante en el seno de la academia estadounidense. En la actualidad, notables representantes de la sociología y la politología han propuesto sistemas de medición fenomenológica y teoremas explicativos para construir correlaciones fidedignas entre el desarrollo económico y la evolución política o, más ambiciosamente, entre los antecedentes históricos y la predisposición a la democracia (Przeworski 2007, 2009). No hay duda de la pertinencia y la necesidad de obtener datos empíricos asegurados mediante procedimientos intachables y de establecer relaciones de causa y efecto que posean una utilidad práctica. Pero, dentro del marco de las ciencias sociales, este esfuerzo –como muchos afanes humanos– tiene límites bastante estrechos. Pese a su propósito de objetividad, confiabilidad e imparcialidad, estos métodos asignan valores numéricos a variables culturales, a hechos históricos y a fenómenos políticos, y esta asignación trae consigno una fuente inevitable de arbitrariedad y subjetivismo, que no puede ser evitada mediante la utilización del álgebra booleanas y de los procedimientos altamente formalizados que ahora se han expandido en las ciencias sociales. Las divergencias de apreciación, los posibles errores factuales y el peso de las opiniones personales se han trasladado ahora a la construcción de las bases de datos y a la elaboración de series históricas y regresiones lineales, y sólo parcialmente a los procesos de inferencia propiamente dichos, que han sido afinados y asegurados mediante los avances de la metodología informática y cibernética.
Se trata, en el fondo, del viejo anhelo humano de conocer con precisión la realidad social para dominarla mejor –o, por lo menos, para controlarla–, para lo cual se requieren métodos confiables para pronosticar los procesos evolutivos. Una conceptualización precisa y una medición confiable de datos socioeconómicos brindan por supuesto mejores pistas acerca de las potencialidades de la acción estatal; en este marco es comprensible la popularidad adquirida por estos procedimientos formalizables y generalizables en el seno de las burocracias gubernamentales, en las grandes organizaciones internacionales y en los aparatos de previsión social.
Pero, el comportamiento de los seres humanos no puede, por suerte, ser reducido a datos cuantificables y a inferencias casi mecánicas que, en cuanto conocimientos científicamente consolidados, puedan ser aplicados de modo más o menos fácil a otros contextos sociales y políticos. Las inferencias generadas por los actuales programas computacionales carecen de la riqueza de posibilidades, matices y dudas que es propia de los esfuerzos exegéticos bien canalizados y mejor fundamentados. Las limitaciones de estos intentos contemporáneos de formalización han quedado en evidencia por la evolución inesperada de los antiguos países socialistas a partir de 1989 y por la revuelta democrática árabe desde 2010 (cfr. Turkia 2011, Zibechi), fenómenos que no pudieron ser predichos por los grandes think tanks consagrados a inferir probabilidades presentes y futuras partiendo de considerables regresiones lineales y de bancos de datos de reconocida solvencia.
El fuerte énfasis de la academia estadounidense en construir regresiones de amplio alcance y en predecir tendencias histórico-políticas se asemeja paradójicamente a los intentos centrales del marxismo original. En ambos casos nos encontramos con el mencionado anhelo de desterrar la inseguridad en el conocimiento humano y comprender correctamente todas las fases de la evolución histórica, incluyendo el comprensible propósito práctico-pragmático de disponer de conocimientos fidedignos acerca del futuro próximo. Es claro que las burocracias gubernamentales de todo tipo aprecian este propósito en sumo grado. Las insuficiencias del marxismo en todas sus variantes (incluido el llamado marxismo occidental o crítico) con respecto a la comprensión del mundo y de la historia, nos deben recordar las limitaciones de todo esfuerzo humano que propende a un conocimiento completo e indubitable de la realidad social.
Tenemos, por consiguiente, necesidad de un intento interpretativo de alta calidad, apoyado en un amplio conocimiento histórico e inspirado por un impulso proveniente de las tradiciones filosóficas humanísticas y críticas, que no pretenda un conocimiento definitivo ni exhaustivo del desarrollo sociopolítico, sino una aproximación al mismo. Y esta aproximación debe estar sujeta permanentemente a la revisión y a la crítica, es decir, al examen del mejor argumento y a exégesis más plausibles, lo que se logra mediante una deliberación discursiva sin trabas.
En el marco de este breve ensayo debemos por todo ello considerar detenidamente la siguiente hipótesis. Es probable que la pervivencia de ciertas tradiciones culturales, consideradas por las poblaciones respectivas como positivas y favorables a una fuerte identidad colectiva, impida, dentro de ciertos límites, el advenimiento de un orden moderno, basado en la racionalidad de los nexos humanos, el estado de derecho y las prácticas democráticas. Y justamente esta carencia de una modernidad político-cultural debe ser vista como la causa de una mentalidad todavía muy expandida que dificulta la creación de una riqueza social más o menos amplia. La falta de valores y prácticas democráticas podría constituir entonces una de las razones para la pervivencia de una pobreza social muy enraizada y de una mentalidad relativamente autoritaria en amplias regiones de Asia, África y América Latina.
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* Profesor Dr. H.C.F. Mansilla estudió Ciencias Políticas y Filosofía en universidades alemanas. Habilitación en 1976, Universidad Libre de Berlín. Autor de varios libros y ensayos sobre temáticas políticas en Alemania, España y América Latina. De 1999 a 2007 fue profesor visitante de la Universidad de Zurich (Suiza). Actualmente es miembro de número de la Academia de Ciencias de Bolivia. E-mail: hcf_mansilla@yahoo.com.