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Cosmopraxis aymara y mundo relacional: “hacer familia” con muertos, vivos y wak’as´

Koen de Munter (Dpto. Antropología UAH) Investigador Responsable. Coinvestigadoras : Vivian Gavilán y Andrea Chamorro (Depto. Antropología, UTA)  FONDECYT 1190279.   En los estudios sobre la tradición aymara, en Bolivia y en Chile, las dinámicas culturales y sociales de esta heterogénea tradición indígena suelen interpretarse en términos de una ‘cosmovisión’ compartida. Cosmovisión presupone entonces un conjunto […]

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Koen de Munter (Dpto. Antropología UAH) Investigador Responsable. Coinvestigadoras : Vivian Gavilán y Andrea Chamorro (Depto. Antropología, UTA)  FONDECYT 1190279.

 

En los estudios sobre la tradición aymara, en Bolivia y en Chile, las dinámicas culturales y sociales de esta heterogénea tradición indígena suelen interpretarse en términos de una ‘cosmovisión’ compartida. Cosmovisión presupone entonces un conjunto de concepciones, valores y estructuras que guiarían a los miembros de un grupo humano en sus acciones -y que incluso las determinarían. En la presente investigación, nuestro propósito es invertir estas premisas analíticas, explorando un cauce teórico complementario que parte directamente de las prácticas, a fin de comprender cómo los seres humanos “aprendemos-haciendo” a convivir, en plena relación con los procesos de vida en general. Por ello hablamos de cosmopraxis en lugar de cosmovisión. Prescindimos de aquellos marcos teóricos -de índole cognitivista o constructivista- según los cuales a cada persona se le enseñaría un conjunto de símbolos y reglas –una cosmovisión- que se transmitirían de mente en mente para ser aplicados luego en la práctica. Así tampoco optamos por una aproximación interpretativista, por reducir demasiado nuestra condición cultural y social a la representación y (la puesta en escena de) los significados. Más bien, consideramos que los seres humanos se van habilitando social y ecológicamente mediante constantes prácticas co-participativas en “comunidades de aprendizaje” (Jean Lave), en medio de dinámicas relaciones de vida. Organismo-persona y ambiente no se separan sino que van co-constituyendo el mundo relacional. Nuestra acepción de mundo relacional alude a cómo las prácticas de la vida social humana se relacionan y “corresponden” (Tim Ingold) con las dinámicas de vida en general.

Aspiramos entonces a investigar e interpretar cómo los miembros de una tradición cultural determinada –in casu la aymara- se van habilitando mutuamente para participar en los procesos de vida mediante ciertas prácticas “sociales” que emanan desde las familias mismas. Hablamos, metafóricamente, pero también de manera muy concreta, de “hacer familia” ecológico-social, como una habilidad en devenir. Las prácticas que habilitan hacia el convivir son cotidianas y rituales y relacionan e involucran a las personas de manera intensa y constante con todos los entornos, seres, cosas y contextos. Son prácticas que “educan la atención” (Ingold) hacia una convivencialidad (Illich) extendida, de maneras que podrían considerarse eventualmente, considerando su puesta en acción específica para el caso aymara, como características para determinadas tradiciones culturales, sin por ello llegar a considerarlas como “ontologías” distintas. El calibraje teórico-epistemológico global del proyecto apunta a una comprensión más bien universal de la “antropogénesis”  en términos siempre relacionales o  “sympoiéticas” (Donna Haraway).

Metodológicamente, nos proponemos indagar este flujo de prácticas sociales-ecológicas desde una disposición etnográfica móvil y atenta, partiendo desde la cosmopraxis aymara pero siempre con miras a una comprensión más integrada de la relación vida social/mundo relacional en general, para todos los grupos humanos. Guiados por este abordaje ‘antropológico-relacional’, pretendemos aprehender de una manera alternativa y crítica las actualizaciones de cierta cosmopraxis aymara, considerando el escenario transnacional en el que se mueve. Estudiaremos los contextos chilenos y bolivianos en su plena interconexión, tratándose de un dinámico entramado, con afinidades, interrelaciones y diferencias, también internamente.

De esta manera esperamos –como beneficios más bien locales de esta investigación- contribuir al conocimiento de cómo sigue desenvolviéndose la tradición aymara, siguiendo pistas teóricas poco aprovechadas para investigarla y considerando las relaciones entre los respectivos lugares a lo largo de las cuales se desenvuelve. Para este fin, es imprescindible estudiar lo aymara simultáneamente en Chile y en Bolivia. En congruencia con los propósitos teóricos esbozados, apuntamos a un estudio de la compleja “cosmopraxis” (y no cosmovisión) que habilita diariamente a los aymara a lo largo de su ‘hacer familia’  hacia una manera social-ecológica de producir la convivencialidad –siempre en pleno reconocimiento de los complejos contextos de tensa interculturalidad. Estas prácticas-cotidianas-y-relacionadoras, constituyentes de una socialidad extendida, se estudiarán aquí a partir del “practicar la familia” –expresión surgida desde las mismas familias para referirse a cómo mantener viva su  cultura-, en su sentido más abierto y “caminante”. Más específicamente, se estudiarán en terreno las prácticas del “tumpaña” o visitar: visitar a parientes o compadres, vivos y muertos, a los lugares sagrados en el paisaje, en plena reciprocidad. El trabajo etnográfico-teórico se elaborará en diálogo con los estudios etnográficos producidos sobre las prácticas sociales-ecológicas aymara en Chile y Bolivia y sobre socialidad en otros contextos indígenas, como los trabajos etnográficos de Overing y Passes sobre ‘las estéticas de la convivencialidad’ y las reflexiones clásicas de los Rosaldo sobre el visitar entre los Ilongotes –entre otros.

En conclusión, esta investigación aspira a actualizar el conocimiento sobre la tradición aymara desde el trabajo de campo, en diálogo con el conocimiento ya construido en Chile y Bolivia, a través de desarrollos teóricos contemporáneos sobre una “antropología de la vida”, lo que en última instancia nos puede permitir formular una opinión crítica, etnográficamente fundamentada, no solo sobre lo que significa antropológicamente el con-vivir, de manera general, sino también acerca del tan debatido “Vivir Bien”.

 

 

 

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