Esteban Valenzuela, Director Departamento Dpto. de Ciencia Política y RRII de la Universidad Alberto Hurtado.
La política y los políticos están ausentes en La Araucanía, como un fantasma cómplice de la muerte que sigue su caminar sórdido. El historiador Martín Correa describe una constante histórica bajo las sombras y la niebla del Cerro Chiguaihue en Ercilla, allí cerca del Viaducto de Malleco: la muerte como mensajera de la historia y testimonio cruel del despojo a los mapuches. Una y otra vez el enfrentamiento. Rodrigo Melinao, otro comunero al memorial de un conflicto que no acaba, donde las elites se atrincheran sin querer dialogar, incluyendo a actores locales relevantes: ¿Dónde está la propuesta pactada de “verdadera” pacificación de La Araucanía desde los propios actores locales, partidos, empresarios y mapuches en su diversidad, incluyendo a la CAM como actor real e insoslayable?
Los empresarios agrupados en Corparaucanía (más la firma de un número respetable de actores y personalidades), propuso a Piñera, sin encontrar eco, una Ley de la Araucanía, que tiene aspectos positivos como la demanda de programas e inversión a la región más pobre del país y con mayor atraso en completar incluso su vialidad mínima entre cabeceras comunales. Para que decir de las brechas en ingresos, salud, mortalidad infantil y educación. Agregan también un subsidio al ingreso familiar como medida estructural de “reparación”. Esto último es más discutible, la línea delgada entre el asistencialismo y la cooptación se acercan, ya que nada dice del poder político ni del asunto de las tierras. Estas dimensiones son insoslayables para una “salida”, es parte de las demandas estructurales de los mapuches, expresadas en el documento del Cerro Ñielol de inicios de este año ante la muerte del matrimonio Luchsinger, firmada por alcaldes y líderes de organizaciones plurales: reconocimiento, poder, tierras, lengua, autonomía. El problema no es subsidiar a “campesinos pobres”, concepto de por sí complejo ante la enorme sabiduría de las comunidades mapuches de oponerse a la expansión forestal que convierte el sur en una mancha monotemática de pino radiata y eucaliptus. Los mapuches han reivindicado sus tierras, pero también otro Chile donde se preserva la diversidad social, étnica, ecológica, lingüística. Donde ellos sean “vistos”, reconocidos, reparados y empoderados. Ellos son “ricos” y quieren cuidar la riqueza de la tierra y la cosmovisión. Ellos son más de 300 mil personas en La Araucanía y más de un millón en Chile. Como bien dicen los sacerdotes de la Misión Jesuita de Tirúa: en las dos décadas de la nueva democracia han recibido sólo 170 mil hectáreas de devolución en comparación al activo proceso de reforma agraria con Allende, y versus el millón y medio de expansión de las forestales bajo el modelo autoritario-neoliberal-extractivista. El Estado ha gastado millones en subsidios forestales y migajas en economía familiar campesina/indígena.
http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/08/10/araucania-amnistia-dialogo-y-empoderamiento