Los invasores, escrita hace cinco décadas por el dramaturgo Egon Wolff, será montada en el Centro Cultural Gabriela Mistral entre el jueves 5 y el domingo 29 de abril. “Se ha transformado en una de las obras más importantes del teatro chileno”, argumenta su director.
Pablo Casals, profesor del curso “Taller de expresión escénica”, correspondiente al primer semestre de la carrera, es el director de un nuevo montaje de la obra Los invasores, escrita por el dramaturgo Egon Wolff hace casi medio siglo y que fue estrenada, con polémica, en 1963, en el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile, bajo la dirección de Víctor Jara.
Casals cuenta que la obra se inserta en un proyecto mayor, financiado por un Fondart Bicentenario, que recorrerá la vida de Wolff. “Dentro del proyecto se han realizado variadas acciones en función de redescubrir, homenajear y comunicar la obra de uno de los autores más importantes del teatro chileno. El año pasado se montó la obra Háblame de Laura en el Teatro Mori, bajo la dirección de Monserrat Estévez. Junto a eso, se realizó un documental dirigido por el director de cine y TV Matías Stagnaro, en dónde se indagó en la vida y obra de Don Egon. Este documental contó con la participación, entre otros, de Daniel Alcaíno y Paulina Urrutia”.
También se creó un sitio web sobre el dramaturgo con datos biográficos, imágenes, material de prensa y sus acuarelas. “Egon Wolff —explica Casals— está desde hace unos 6 años dedicado a la pintura a la acuarela, por lo que decidimos exponer algunas de sus creaciones en la biblioteca del GAM”.
El director resume el argumento de Los invasores: “La acción sucede en la casa de los Meyer, familia de la clase alta chilena. Durante una noche irrumpe un hombre, “el China”, quien será el líder de muchos otros que tomarán y ocuparán la propiedad, en búsqueda de un nuevo y más justo orden social”.
“Me interesa dar cuenta de las profundas diferencias sociales, no sólo dadas por lo económico, sino también por las oportunidades, muchas veces inexistentes para algunos”, dice Pablo Casals.
—¿Qué atributos o enfoques buscaste plasmar en el montaje como director?
Los Invasores es uno de los textos fundamentales en la dramaturgia de Egon Wolff, y se ha transformado en una de las obras más importantes del teatro chileno. Me interesa dar cuenta de las profundas diferencias sociales, no sólo dadas por lo económico, sino también por las oportunidades, muchas veces inexistentes para algunos. El poder y el dinero empiezan a enceguecer, y como dice uno de los personajes “invasores”: “La riqueza Señora, se le mete a uno con raíces muy profundas, llega a ser una segunda naturaleza que deforma toda la realidad”. Y esa deformación con la que cierto sector social (aquellos grupos y personas que concentran el poder y el dinero) vive cotidianamente es inaceptable y condenable, ya que no logran observar la realidad, muchas veces dolorosa e insostenible, de su país.
Continúa Casals: “El libro de Naomi Klein La doctrina del shock, el capitalismo del desastre refleja muy bien lo que está sucediendo con este sistema reinante en el mundo entero. El abuso al que estamos sometidos la clase media y los sectores más pobres de la sociedad es intolerable, y es por eso, entre otras cosas, que el pueblo está saliendo a las calles, no sólo en Chile, sino en diversas ciudades del mundo”.
—Hoy Egon Wolff está retirado de la dramaturgia. ¿Tuviste la posibilidad de dialogar con él para montar la obra?
Sí, constantemente desde hace casi 2 años que venimos reuniéndonos periódicamente. Muchas veces para conversar sobre la obra, otras tantas para conversar de los fantasmas sociales, algunas para conversar de tiempos pasados y otras menos, pero igualmente significativas, para hablar de las mujeres, la televisión o los autos. Él también nos ha visitado en los ensayos, y ha tenido la posibilidad de conversar con el elenco y éste a su vez ha tenido la enorme suerte de preguntar y discutir sobre la obra.
—¿A qué atribuyes la vigencia de su dramaturgia?
Creo que la dramaturgia de Wolff, como la de otros autores nacionales de enorme importancia en la historia de Chile, por ejemplo Juan Radrigán, logran leer la realidad de la sociedad de manera muy profunda, crítica y sensible, razón por la cual sus textos constantemente están vigentes y listos para ser montados. La dramaturgia de Egon Wolff logra entrometerse en los lugares más profundos del ser humano, desnudando el alma, criticando ciertas acciones, e invitándolos a redescubrirse con el objeto de crear una mejor sociedad.
“Sería ideal que la gente se acercara más al teatro. Hay una idea, muchas veces equivocada, de que el teatro es ‘fome’ y ‘caro'”.
—¿Crees que el actual contexto social, de movilizaciones y reivindicaciones, puede reavivar el interés por esta dramaturgia que aborda nuestras contradicciones?
Sería ideal que la gente se acercara más al teatro. Hay una idea, muchas veces equivocada, de que el teatro es “fome” y “caro”, pero me parece que existen muchos tipos de teatro, y hay algunos, sobre todo en las generaciones “jóvenes” (25-40) que logran articular discursos comprometidos con una realidad social, y que sirven para que como espectadores podamos adentrarnos más en un conocimiento humano, que nos permita vivir-convivir-sobrevivir de forma más digna, solidaria y justa. Y obviamente, este teatro, la mayoría de las veces es bastante asequible. Las movilizaciones sociales del último tiempo, tanto en Chile como en varias partes del mundo, hablan de un descontento inmenso y rabioso con aquellos “abusadores de cuello y corbata” que se van enriqueciendo a costa de la clase media y la gente pobre. Eso es inmoral e inaceptable, pero como poco les importa, siguen adelante. Es por eso que se hace necesario seguir movilizándonos, aunque pequemos de idealistas, por las diversas causas que creamos necesarias en función de otorgar una dignidad real a nuestro país. Dicho esto, el arte, o ciertos sectores del arte cobran vital importancia al elaborar discursos comprometidos con la gente, siendo agentes críticos de aquellas personas, lugares e instituciones que atentan contra un país más justo y, porque no, más feliz.