Por: Carlos Fabián Pressacco. Director del Departamento de Ciencia Política y RR.II. Universidad Alberto Hurtado.
En las elecciones del pasado 17 de noviembre, la ciudadanía chilena eligió por primera vez, de manera democrática, a los consejeros regionales. Antes elegidos por los concejales municipales, la innovación es una de las viejas aspiraciones del movimiento regionalista.
No obstante ser un paso importante, es a todas luces insuficiente y, por qué no decirlo, también tardío. Insuficiente no sólo porque se trata de una reforma que no fue acompañada de la elección democrática del ejecutivo regional sino porque deja a un lado –otra vez– un conjunto de innovaciones que son básicas en una verdadera reforma descentralizadora. Tardía porque el exceso de gradualismo del proceso de reformas y, por supuesto, también de las reformas descentralizadoras, nos ha dejado atrás en el mapa latinoamericano.
Efectivamente, el conjunto de países de la región –a los cuales miramos con cierto desdén prefiriendo compararnos con aquellos que son parte de la OCDE; por supuesto que con este segundo grupo quedamos todavía peor parados– ha desplegado un cúmulo de reformas mucho más profundas y en un tiempo significativamente más breve. Países como Perú, que iniciaron su proceso descentralizador en 1979 y que luego de Fujimori lo relanzaron a inicios del Siglo XXI, han modificado sustancialmente el cuadro institucional regional y municipal. Qué decir de Colombia que, a partir de la reforma constitucional de 1991, democratizó los niveles departamentales. No menos relevante es la experiencia boliviana con las leyes de descentralización y participación popular (1995 y 1994, respectivamente) y la nueva Constitución de 2009. Semejante grados de innovación se observan en Ecuador y Venezuela.
http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/12/23/democracia-subnacional-y-nueva-constitucion/