Por: Leonardo Piña Cabrera, académico del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Alberto Hurtado.
“A house still doesn’t make a home” (U2)
“Escuché que trabaja con las personas que viven en la calle”, me interpela un interesado y bastante bebido parroquiano en uno de los pocos viejos boliches que van quedando en nuestra ciudad. “¿Y qué hace exactamente con ellos?”, pregunta, apurando con sentido de lo concreto una respuesta que, como él mismo se encargará de aclarar, difícilmente podía ir o estar en otra línea: “¿les lleva comida por las noches, trabaja en alguna hospedería, qué?”, arremete, respondiendo por él aquello que ya no era solo mío ni, tampoco, posible en alguna otra dirección.
Expropiado de mi propio hacer, ya que no solo de mi respuesta, algo digo de la antropología y la necesidad de comprender los mundos desde el foco de esos mundos y no, creo que este fue el hincapié, de nuestra ajena idea de lo que ellos son o podrían ser. No muy claro, lo que sería el inicial trabalenguas de esa noche, ahora lo pienso, no estaría muy distante de lo que a diario hacemos en la ciencia; lo que siguió, para pesar nuestro, tampoco de la falta de entendimiento que no siempre logramos vencer y, peor aún, siquiera apreciar en tal ostensible derrota.
“¡No ha contestado mi pregunta!”, entusiasta, al rato exhorta Juan Pablo, ya con nombre, mientras camina hacia la puerta por un poco del mezquinado aire libre que sus pulmones, la industria del tabaco y nuestras restrictivas leyes han ayudado a encerrar.
Haciéndome el desentendido, trato de girar el tema hacia lo que él hace, las razones de su interés, incluso al hecho de que tuviera que salir para poder disfrutar de lo que sea que obtenga bajo el humo del cigarro.
Contando, ahora él, que cada cierto tiempo lleva café a quienes duermen fuera de la posta central junto a algunos de sus compañeros de trabajo, la reiteración de la palabra compasión y su lectura de la calle como un espacio solo de pesares, me llevan a plantear que la protección no es patrimonio de la vida bajo techo y, menos, que sus puertas sean sinónimo solo de umbral.
Cerradas, afirmo, a la aceptación de su papel en lo que a la situación de calle se refiere, también, me escucho decir, lo están a la comprensión del abrigo que en la calle se puede encontrar cuando todo lo otro se ha cerrado (o, tratando de controlar el ímpetu, a lo que ella puede ofrecer como espacio distinto al del domicilio). Segundo fracaso, su insistencia en lo material y la propia en las muchas formas en que ello puede ser significado, separando aguas otra vez nos dejan en los bordes de la ciencia: lejos de entendernos y a ambos pugnando por, y creyendo en, su resistido cruce.
Proponiendo, entonces, que la privación no resulta convincente como solitario factor del fenómeno, mientras afirmo que de serlo sus números tendrían que ser más cercanos a los índices de pobreza, y él que la calle aun así podía seguir siendo terrible para la vida, los ecos de la muerte, no tan reciente, de Mario Barosi Cisternas, un estacionador de automóviles de 63 años de edad en las afueras del hospital Salvador, impiden que su insistencia sea solo insistencia…
http://blogs.cooperativa.cl/opinion/sociedad/20150302093205/3-a-3-empatados-indiferentes-y-gozosos/