Matías Rivas Aylwin nos sumerge en su reciente proyecto literario, un libro profundamente conmovedor y revelador sobre la vida y legado del destacado montañista chileno Juan Pablo Mohr. Este libro, desarrollado como parte del Magíster en Escritura Narrativa de la Universidad Alberto Hurtado, no solo narra el desafío que enfrentó Mohr en la imponente montaña K2, sino que también se adentra en los aspectos más íntimos de su vida personal y familiar.
En la conversación con el autor, descubrimos los desafíos y las motivaciones detrás de esta obra, y cómo el entorno académico del magíster influyó decisivamente en su desarrollo, ofreciendo una mirada privilegiada al proceso de creación de un libro que conecta profundamente el montañismo y la literatura.
¿Qué te motivó a escribir un libro sobre Juan Pablo Mohr?
La motivación fue escribir un libro que acercara a la gente a la montaña. Puede sonar cliché, pero eso era algo que me interesaba porque no veía mucha producción literaria de montañas en Chile, por no decir que no había casi ninguna. Entonces sentí que, para ser un país de montaña, hacía falta una mayor expresión literaria y periodística sobre el tema. Dado que Juan Pablo fue alguien que caló muy hondo en mucha gente, sentí que a través de él podía crear una suerte de puente entre las montañas y la gente. Que él pudiera servir de alguna manera para contar una historia que acercara las montañas a las personas.
Tu investigación sobre Juan Pablo Mohr toca aspectos muy íntimos de su vida y su familia. ¿Cómo abordaste este proceso y el desafío de capturar su esencia?
Para capturar la esencia de Juan Pablo traté de hablar no solamente con sus amigos, sino también con personas que no le debían admiración. Me interesaba contar una historia que no fuera escrita desde la admiración. Todo lo que había salido ligado a Juan Pablo hasta mi libro, según entiendo, eran artículos muy favorables hacia él y, si bien no interesaba no ser favorable hacia él, quería comprender una dimensión más amplia de su persona. Para eso, sentí que debía hablar con gente con la que nunca se había hablado antes, como su expareja, Juanita Fernández, la madre de sus tres niños.
Me interesaba que Juan Pablo en este libro fuera un hombre de carne y hueso, con sus defectos y sus virtudes. Esa era la única manera de que el libro llegara a un público más amplio, si no, se iba a quedar solamente con la familia, y este libro por mucho cariño que les tengo, no fue escrito para la familia de Juan Pablo, fue escrito para personas que no saben de montañismo, personas que no necesariamente conocían a Juan Pablo Mohr, y esas personas merecen una historia lo más completa posible.
A nivel de investigación, ¿cómo manejaste el volumen de información considerando que se trata de decenas de entrevistas?
Trabajo en la nube por miedo a perder archivos, como una forma de que los documentos no se puedan perder. Ahí tenía una serie de carpetas, por ejemplo, la carpeta de entrevistas con todas las transcripciones que había hecho y con todas las cosas que yo sentí que podían servir en esas entrevistas. Tenía un Excel con todo lo que había salido en la prensa sobre Juan Pablo Mohr, un Excel bien detallado con links de las publicaciones, resúmenes y materias. Era casi como una suerte de repositorio, con toda la información catalogada de manera muy ordenada. Todo eso, lo que obtuve en entrevistas, prensa y bibliografía, lo incorporé a una cronología madre. Creé un gran documento con la cronología entera de la vida de Juan Pablo.
Eso me sirvió mucho para ordenarme, porque cuando la historia empieza a cruzar distintos momentos de la vida de una persona y lo tienes todo en una cronología, te permite hacer cruces de información y ver mejor la historia. Ese fue un orden básico de cómo manejar las 40 entrevistas aproximadas que hice. Además de la información de prensa, también obtuve información de las bitácoras de Juan Pablo y de los teléfonos satelitales, todo lo cual entró en esta cronología.
¿Cómo enfrentas el desafío de escribir sobre los lugares que describes en la historia de Juan Pablo y de capturar su esencia para que el lector logre entender la magnitud de escenarios como el K2?
Hubo muchos lugares en los que pude estar, como el cerro El Plomo en Chile, donde Juan Pablo escalaba, y su fundación. Pero hubo otros lugares a los que lógicamente no pude acceder físicamente, como el K2. Lo compensé con el testimonio de los entrevistados, tratando de detenerme mucho en ciertas escenas, escuchando sus sensaciones y empujándolos a crear imágenes de lo que habían visto y sentido. Esto se suma a las fotografías y videos de la expedición, y a la literatura en torno al K2. Hay mucha literatura sobre esta montaña, y aunque las montañas cambian, hay atributos que permanecen bastante fijos. La bibliografía me permitió entender mucho mejor sus facciones, su temperamento y su oposición geográfica.
Y la fotografía, yo quisiera también destacar todo eso, una foto puede expresar mucho y creo que muchas veces hacía el ejercicio de quedarme mirando fotografías mucho tiempo hasta que aparece un detalle que tú puedes transformar de manera verosímil en una descripción, en una imagen. Y así el K2 fue creándose.
En Chile, la literatura de montaña no es un campo muy explorado. ¿Cómo transitas este territorio y qué aprendizajes te llevas?
Hay que ser busquilla. No iba a encontrar literatura del K2 en Chile, entonces el idioma es clave. Manejar inglés, sin inglés no habría podido hacer este libro, tuve que leer mucho libro en ese idioma del K2.
Y también creo que aprendí a tocar puertas. No es fácil tocar puertas pero, por ejemplo con la ayuda de la biblioteca del Club Alemán Andino, que tiene la mejor biblioteca de montaña en Chile, pude acceder a lecturas que no estaban disponibles en las librerías.
Entonces puede ser que haya temas que no esté investigando y que no estén en las librerías, pero están en alguna parte, en mi caso fue esta biblioteca de este club de montaña. Además, como te comento, para lectura de libros que tampoco se pueden comprar en chile, lo hice leyendo mucho en digital, comprándolos por Kindle, y de esa manera te diría que fui logrando encontrar uno por uno estos libros que me fueron ayudando.
El libro aborda la historia de un padre que se embarca en una travesía extremadamente peligrosa. ¿Cómo crees que este aspecto llega al lector y qué impacto esperas que tenga?
No tengo yo una imagen que quiero entregarle al lector de Juan Pablo. No es que yo haya buscado retratarlo de cierta forma, aunque quizás lo hice pero creo que no fue tan consciente, y que la gente diga “Ah, él era así”.
Yo trato de pensar que lo que importa es que los hechos hablen y expresen información. En la selección obviamente yo tengo un rol, pero más que la imagen que quiero dejar de él, creo que lo que me interesaba era, muy personalmente, que se entendiera la forma en que perdió la vida. Eso creo que es importante, qué estaba haciendo realmente ahí cuando murió.
Generalmente la gente cuando le preguntan eso de qué quieres decir, siento que si lo respondes arruinas un poco la magia del libro. A nadie le gusta sentir que te están tratando de convencer de algo. El libro lo completa el lector y él tiene que sentir que hay un campo amplio de libertad para hacerse su propia idea, y quizás no es la idea que el escritor tuvo en mente, y ojalá que no lo sea, porque significa que el libro es rico entonces, que admite múltiples interpretaciones y que no tiene una construcción única ni unidireccional que te lleva al mismo sitio.
Además de este libro, ya has publicado “Yo no soy un Quijote” y ahora “Donde me siento vivo”. ¿Cómo describirías tu línea de trabajo como escritor?
Pensaba que la biografía era el género más pobre al que uno podía aspirar, en qué sentido, me preguntaba cuál es la gracia de escribir la historia de otra persona, como que uno tiene ego y quiere contar también su propia historia, entonces me parecía muy extraña la figura del biógrafo, pero eso era cuando era más chico. Entonces nunca pensé que mis dos libros serían biográficos.
El primero es sobre mi abuelo, un abogado de derechos humanos, y el segundo sobre el montañista Juan Pablo Mohr. Creo que la línea que siguen estos libros es contar historias que me mueven a nivel personal. Historias que me apasionan tanto que las voy a escribir sin importar lo que pase, no necesariamente para publicarlas o para que la gente las aplauda, sino porque necesito contarla para poder seguir tranquilo con mi vida. Elegí dos historias y quiero seguir eligiendo historias con las cuales me sienta emocionalmente involucrado.
Creo que el periodista debe estar emocionalmente muy comprometido con las cosas que escribe. Esa es la única manera de poder transitar de un periodismo más seco a un periodismo más literario, que logre sacar al periodismo de la pirámide invertida y llevarlo al plano de la literatura. Para mí, es muy importante que haya un compromiso emocional con la historia. En el caso de la escalada por ejemplo, yo también escalo, entonces creo que uno debe intentar que el proceso de escritura sea bien inmersivo en ese sentido, de vivir lo que uno está contando.
En esa línea, ¿hay algún proyecto que tengas en mente a futuro?
Estaba pensando en un libro de relatos de montaña sobre las cumbres cerca de nuestra ciudad. Un libro que permitiera a la gente conocer mejor la historia del cerro El Plomo, el Manquehue, el Provincia y otras montañas que conocemos por nombre, pero sobre las que no hay mucha literatura.
¿Cómo ves el escenario de la no ficción y cómo crees que tu obra se inserta en este panorama?
Hay un anhelo por lo verdadero en la no ficción. En Chile, la no ficción no es tan creativa en su diversidad como me gustaría. Hay mucho policial y libros de política, pero siento que falta abrir la no ficción hacia otras zonas. A mí me pasa eso con el montañismo, que es un campo muy fecundo para tirar historias, entonces por qué no lo estamos haciendo, si somos un país de montañas, tenemos harta actividad de montaña, tremendas historias que contar. Ahí hay un campo no tan explorado y deben haber muchos más.
Me pasa un poco con la ficción, que tú ves a todos estos grandes autores: Dostoievski, Tolstói, Borges, en Chile José Donoso, y uno piensa por qué me voy a meter en ese campo si se hizo tanto y tan bueno. Pero en la no ficción no ocurre lo mismo, porque está muy conectada con la actualidad, con la vida del presente, entonces hay historias ocurriendo y brotando de la tierra todo el tiempo y está la oportunidad de contarlas. Si no se cuentan ahora se van a perder y no se contarán después.
¿De qué manera el entorno académico y los recursos del Magíster en Escritura Narrativa influyeron en el desarrollo de tu libro?
El magíster ofrece algo muy importante: el acompañamiento. En la no ficción, es muy poco recomendable trabajar solo, no contar con lectores, no contar con alguien que sepa lo que estás haciendo y que lo puedes llamar o toparte en un pasillo de la universidad para preguntarle algo acerca de la escritura, acerca de ideas que uno está buscando expresar.
Una cosa muy importante de este magíster es que te ofrece la oportunidad de rodearte de gente que está haciendo lo mismo que tú, y eso es muy enriquecedor, porque son personas que tienen experiencia escribiendo, son personas que les apasiona la escritura, lo que significa que se dan conversaciones, se dan puntos de vista que te obligan a evaluar de manera más crítica lo que estás haciendo.
Ofrece también herramientas que uno quizás previamente no había considerado. Recuerdo ahora clases de etnografía, que te obligaban a este ejercicio de meditación en torno a la fotografía, a elementos que antes yo había considerado no tan importantes.A través de ese curso comprendí que, por ejemplo en las fotos, había información, y si mirabas bien lo que tenías al frente podías encontrar un párrafo que iba a iluminar una página de tu libro.
Creo que uno tiene que estar dispuesto a considerar herramientas que no conoce, y estar abierto a probarlas porque te pueden sumar un montón.