El escritor cubano Carlos Manuel Álvarez (28) y el periodista chileno Patricio Fernández visitaron nuestra universidad para dialogar sobre la Cuba de hoy, su periodismo y la revista El Estornudo.
Álvarez estudió periodismo en La Habana y se hizo conocido por las crónicas que publicó en distintos medios de la isla caribeña, particularmente digitales. Junto a unos amigos fundó en 2016 el medio digital El Estornudo, que se define como una “revista independiente de periodismo narrativo, hecha desde dentro de Cuba, desde fuera de Cuba y, de paso, sobre Cuba”.
En 2017 se publicó La Tribu. Retratos de Cuba (Sexto Piso), una recopilación de crónicas sobre su país, desde que se restablecieron relaciones diplomáticas con EE.UU. (2014) hasta la muerte de Fidel Castro (2016).
En el diálogo, moderado por el profesor Roberto Herrscher, Carlos Manuel Álvarez afirmó que la revista El Estornudo surgió en un ambiente muy polarizado, donde los medios oficialistas hacían propaganda y los opositores “repetían las mismas bases del discurso propagandístico del poder, igualmente acusatorio, cargado de adjetivos o con un desprecio por la información, lo que empañaba su credibilidad”.
Patricio Fernández, autor de Cuba. Viaje al fin de la revolución (Debate), añadió que en Cuba no había periodismo hasta la irrupción de la generación de Álvarez. Esto porque los medios permitidos eran sólo los oficiales, “donde no había malas noticia”, señaló. Sin embargo, dijo Fernández, aún hoy “para el periodismo cubano penetrar los territorios del poder es prácticamente imposible”.
Respecto de la formación académica de periodistas en Cuba, a Carlos Manuel Álvarez le resulta curioso “que hay recursos para que tú emprendas tu propia liberación de lo que se supone que tienes que hacer una vez graduado como periodista”.
Justamente, en la lógica de liberarse discurso hegemónico, en su forma y fondo, se funda El Estornudo, “con un periodismo que se hiciera cargo de lo político”, afirmó Álvarez, “con un tono que dejara clara su posición, que cuestionara al poder, pero que no cayera en el lenguaje de la militancia y panfleto, del enojo, la rabia y la indignación, sino con muchas otras maneras de narrar, como el humor”.
Finalmente, Álvarez, dijo que había una audiencia, tanto en la isla como en el exilio, que quería leer narraciones de una Cuba más diversa “prolífica y cambiante, y que se reconocían ahí y no en las viejas estructuras discursivas con las que el país se contaba a sí mismo y que no hablaban de su complejidad”, terminó.