Extracto de la Introducción (pp 18 – 20)
« Nuestra vida consiste básicamente en relacionarnos con otros, y de esas relaciones extrae ella su sentido. La mayoría de las veces nos relacionamos con los demás mediante el intercambio de bienes y servicios que satisfacen nuestros deseos y necesidades. Si bien puede ser considerado un hecho trivial, cada vez que consumimos un bien o un servicio construimos un pequeño capítulo de nuestras trayectorias biográficas y agregamos un eslabón a la cadena de las interacciones sociales.
Tal como plantea el pensador polaco Zigmunt Bauman, “a través de la historia humana, las actividades de consumo o relacionadas con él (producción, almacenamiento, distribución y eliminación de los objetos de consumo) han proporcionado un flujo constante de esa ‘materia prima’ que ha modelado —con la ayuda del ingenio cultural impulsado por la imaginación— la infinidad de formas de vida que tienen las relaciones humanas y sus patrones de funcionamiento”. Por ello, adquirir, intercambiar y consumir resulta un ejercicio que nos constituye como sujetos en el mundo y nos empuja a reconsiderar nuestros esquemas simbólicos de percepción, con el objetivo de construir nuevos horizontes de expectativas.
Según el antropólogo Néstor García Canclini, el consumo se puede definir como el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de los productos. Por tanto, juega un papel fundamental para el desarrollo simbólico y cultural de las sociedades, pues combina racionalidades, expectativas, relaciones sociales y vínculos comunitarios. El consumo sería, en este sentido, uno de los lugares principales, aunque ciertamente no el único, donde se construye la racionalidad integradora y comunicativa de una sociedad.
Si el consumo en general cumple un rol importante, el consumo cultural posee uno crucial. En él se establecen procesos complejos, donde se intercambian símbolos, imaginarios, creaciones y emociones que van más allá de la simple adquisición de bienes y servicios definidos por su finalidad práctica. En el consumo cultural se definen intercambios comunicativos que van reconfigurando las expectativas e identidades de los sujetos, así como el sentido y legitimación de las tramas que los vinculan. De ahí que el consumo de bienes y servicios culturales deba considerarse más allá de la simple compra y venta de los mismos: es indispensable para el desarrollo de las personas y los países, así como para el despliegue de sus libertades. Es, en términos simples, un derecho y una necesidad.
Para mayor claridad adelantemos la definición de consumo y bienes culturales que será justificada y utilizada más adelante: el consumo cultural se refiere a los distintos tipos de apropiación de aquellos bienes cuyo principal valor percibido es el simbólico, que son producidos y consumidos en circuitos relativamente diferenciados y que requieren de ciertos conocimientos especializados para su apropiación y uso.
El consumo de bienes y servicios culturales debe asegurarse en su acceso y apropiación, pues permite la reducción de inequidades, contribuye a la participación comunitaria, desarrolla sujetos críticos y fortalece el espacio público. Considerar el consumo cultural como un derecho hace pertinente el desarrollo de políticas culturales inclusivas y sustentables, con miras a crear sociedades integradas, pensantes y solidarias. Ello exige, a su vez, una preocupación especial por los grupos de la sociedad excluidos del acceso a estos bienes y servicios. La marginación de parte importante de la población en la participación y consumo de actividades artísticas —lo cual es un dato en América Latina— genera sociedades segmentadas, desintegradas, lo que, ciertamente, debilita un desarrollo humano sólido y sustentable.
Frente a este desafío, la Universidad Alberto Hurtado, de Santiago de Chile, a solicitud del Convenio Andrés Bello, con sede en Colombia, trabajó en el diseño teórico y metodológico de una Canasta Básica de Consumo Cultural (CBCC) que sirva de indicador para la reducción de las inequidades en el acceso a los bienes y servicios culturales generados en Latinoamérica. Este proyecto tuvo, como fin, contribuir a garantizar la satisfacción de los derechos y necesidades culturales indispensables para la dignidad y el desarrollo humano, mediante un instrumento que permitiera establecer mínimos de consumo cultural.
Llevar a cabo este proyecto ha implicado, por un lado, tener como horizonte político y normativo garantizar el derecho de todos a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad —y a gozar de su producción artística y cultural—, y, por otro, a promover el ensanchamiento de las libertades culturales.
Con lo anterior, la Canasta Básica de Consumo Cultural aquí propuesta es un instrumento que se pretende útil para:
- Contribuir a la reducción de las inequidades en cultura.
- Facilitar la planificación de las políticas culturales, así como la evaluación de sus resultados.
- Permitir la definición y organización de estándares culturales comparables para la región.
- Ser un modelo analítico de procesos y patrones de consumo cultural.
El presente informe desarrolla una reflexión conceptual sobre la trayectoria del consumo cultural en la región y la propuesta de una metodología concreta para la construcción de una Canasta Básica aplicada al consumo cultural. Esta propuesta se concentra en la fijación metodológica de mínimos de consumo cultural, que hemos denominado Canasta Básica de Consumo Cultural por su aproximación a los conceptos de cuantificación de pobreza y carencias sociales. Se trata de un completo entramado metodológico que incorpora tanto elementos teóricos como estadísticos. A la vez ofrece una serie adicional de nuevos instrumentos analíticos —índices de medición— que permitirán complementar esta herramienta.
Para sustentar esta propuesta, el texto presenta una argumentación general de los aspectos que resultaron clave para precisar, diseñar y fundamentar la construcción de los indicadores que se proponen. En él se han plasmado las discusiones más importantes de la propuesta y se han trazado los lineamientos generales que permitirán ampliar la reflexión y el análisis de la CBCC.»
Pedro Güell, Rommy Morales y Tomás Peters
INFORMACIÓN
Título: Una canasta básica de consumo cultural para América Latina
Autores: Pedro Güell, Rommy Morales y Tomás Peters
Editorial: Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Páginas: 156
Tema: Cultura – Canasta Básica – Informe
Registro de Propiedad Intelectual Nº 202.709
Sitio web de referencia: CISCOC (www.cisoc.cl)
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