Por: Jean Masoliver Aguirre, Cientista político
Ex-alumno de CCPP y RRII de la UAH
Opinión “El Mostrador” 27-12-2013
“Hoy se habla mucho de igualdad. La igualdad no soluciona este problema. De hecho, la igualdad lo acentúa. Si ambos somos iguales, sé que ambos queremos romper el acuerdo, por lo que no haré nada comprometedor y mis futuros acuerdos serán tibios, sin contenido intenso a largo plazo, elemento vital para la construcción de sociedades más libres”.
Las personas en nuestro país no están cumpliendo sus acuerdos. Por ejemplo, evaden pagar en la locomoción colectiva, botan la basura en el suelo u orinan en las esquinas. Lo digo porque lo he visto. Quizás exagere –estoy disponible a la crítica–, pero creo que vivimos en un estado de naturaleza hobbesiano, ese del homo homini lupus, donde lo que mueve a los individuos es el instinto de la autopreservación, lo que lleva a la desconfianza, y sumado a los deseos de gloria inherentes a cada ser humano, nos lleva al conflicto. No me estoy refiriendo a los grandes “conflictos sociales”. Mi interés está en lo micropolítico, en lo cotidiano, en esa área gris que el sistema político no observa porque hasta ahora no le interesa, aunque se funde en la agregación de espacios micropolíticos.
Me refiero a personas que evaden pagar el precio de lo que consumen, personas que abusan de su contraparte contractual, personas que exceden la confianza en las instituciones, personas que no asumen sus responsabilidades institucionales; todas son acciones que mellan el concepto de arreglo cooperativo. Lo central en esto es la confianza. Y, en mi opinión, no confiamos en los otros porque no hay empatía entre individuos, empatía que permitiría –según el dilema del prisionero– entender que colaborar juntos trae más beneficios que romper el acuerdo social.
Hoy se habla mucho de igualdad. La igualdad no soluciona este problema. De hecho, la igualdad lo acentúa. Si ambos somos iguales, sé que ambos queremos romper el acuerdo, por lo que no haré nada comprometedor y mis futuros acuerdos serán tibios, sin contenido intenso a largo plazo, elemento vital para la construcción de sociedades más libres. Y hay que advertir, asimismo, que la igualdad no es equidad. La equidad es institucional, permite que las leyes tengan efecto en todos y posibiliten el goce efectivo de las libertades individuales, y efectivamente hay que avanzar en ello (no es necesario ahondar ese punto), considerando además que esa también es una variable a considerar para entender por qué no se observa un arreglo cooperativo en Chile.
Como decía, la empatía es el elemento que hace falta en la ecuación. Cuando hay empatía no hay necesidad de romper los acuerdos, porque sabemos que ambos estamos mejor cuando colaboramos, porque entendemos que la sociedad es una construcción social. Lo que diferencia la empatía de la igualdad es la proveniencia de dicho valor. La igualdad proviene de una norma política, normalmente creada desde una élite. La empatía se constituye por sinergia, en el seno de la sociedad civil, desde las virtudes cívicas de sus ciudadanos. Esto no significa que haya que forzar la costumbre de cooperar. La responsabilidad de que la empatía tenga lugar en la sociedad chilena depende única y exclusivamente de sus miembros y, por tanto, esto no viene del Estado, porque él mismo y sus reglas son las que están siendo omitidas por su población.
En un momento en el que se está configurando un nuevo escenario político y social, vale la pena preguntarse acerca de los elementos que nos aglutinan como acuerdo cooperativo. La pregunta central en este punto es: ¿me conviene cooperar con otros? La idea es que convenga justa y efectivamente. Para eso se requiere la voluntad cooperativa de todos, y eso proviene de la empatía, no de la igualdad que hoy muchos pregonan.